Un lunes como hoy (3 de febrero),
aunque no fue lunes, nevó en Huelva. Y sucedió en 1954. En la
mayoría de lugares de la península ibérica estamos acostumbrados a
que, con más o menos frecuencia, nos caiga algún copo de nieve.
Nieve. Ese fenómeno sin igual que sólo tiene parangón con los
rayos y los truenos, las auroras boreales o las puestas de Sol. Sin
embargo, hay lugares en el mundo donde es especialmente difícil que
nieve. Uno de esos lugares es Huelva. Por lo visto sólo tenemos
registros de una única nevada en 1954. Sucedió durante unas tres
horas y llegó a incomunicar telefónicamente la ciudad. Como
acontecimiento insólito la gente quedó perpleja y no faltaron los
característicos resbalones.
Volviendo a casa os puedo contar que yo tengo un amigo
al cuál le encanta la nieve. Cada vez que caen algunos copos se
abriga bien, sale de casa y, si puede, sube a la montaña. Aunque
sean solos él y su perro. Es una especie de ritual en el que se
encuentra cara a cara con la naturaleza. La naturaleza más insólita
que se repite, al menos en estas latitudes, una o dos veces al año,
a veces ni eso. Hay otras ocasiones en las que he salido con él
después de nevar, y ciertamente no para de lanzarte buenas bolas a
discreción. Entre resbalones, pies congelados, manos rojas y heladas
y algunos intentos de hacer un muñeco se pasan estos ratos. Cuando
nieva hay cierta gente, como mi amigo, que tiene una descarga de
adrenalina extra. Y se la inyecta a su vez a todo el que tiene a su
alrededor.
Para terminar, recordar que, según
el lugar del mundo donde nos encontremos, el planeta nos brinda la
posibilidad de ver ciertas cosas. Ciertos fenómenos que no podríamos
divisar en según qué lugares. Una especie de lotería caprichosa
que sucede cada ciertas décadas, o incluso siglos. Aquel 3 de
febrero de 1954, hace hoy 60 años, nevó en Huelva.